
Las pinturas de arena de los indios navajo y la narración de algunas de sus increíbles historias las encontré en el blog La Hora del Sur cuando buscaba información para "La vía de la Belleza. Arte y curación en los Indios Navajo", un anterior post que dediqué a la seducción que me producen estas pinturas de arena.
Lo que sigue a continuación, reproduce parte del Canto del Abalorio realizado por el artista y "hombre medicina" Miguelito, nacido alrededor de 1865 en Fort Sumner, Nuevo México.
El hilo narrativo del Canto del abalorio se centra en el protagonista, El-que-va-por-ahí-recogiendo-deshechos, también llamado el Carroñero. El Carroñero es tomado prisionero y esclavizado por los indios pueblo, enemigos de los navajo. Estos lo colocan en un nido de águila a gran altura para que eche abajo a los aguiluchos y finalmente muera ahí, víctima de la cólera de sus progenitores . Advertido por los dioses, el Carroñero sube al nido pero se niega a echar abajo a los aguiluchos. Entonces los padres águilas lo toman bajo su protección y lo alimentan.
Lo que sigue a continuación, reproduce parte del Canto del Abalorio realizado por el artista y "hombre medicina" Miguelito, nacido alrededor de 1865 en Fort Sumner, Nuevo México.
El hilo narrativo del Canto del abalorio se centra en el protagonista, El-que-va-por-ahí-recogiendo-deshechos, también llamado el Carroñero. El Carroñero es tomado prisionero y esclavizado por los indios pueblo, enemigos de los navajo. Estos lo colocan en un nido de águila a gran altura para que eche abajo a los aguiluchos y finalmente muera ahí, víctima de la cólera de sus progenitores . Advertido por los dioses, el Carroñero sube al nido pero se niega a echar abajo a los aguiluchos. Entonces los padres águilas lo toman bajo su protección y lo alimentan.

Los indios pueblo intentan engatusar al Carroñero con promesas de regalos y lo acosan con flechas ardiendo; pero el sigue negándose a tirar del nido a los aguiluchos. Es rescatado por grupos de águilas y halcones que lo transportan por el cielo en una nube negra, pero la carga es demasiado pesada. Entonces las aves piden ayuda a las serpientes del cielo, a las que visten con sus propias plumas. Esta imagen es de las águilas ayudadas por las serpientes.

Las serpientes, las águilas y los halcones llevan al Carroñero por el cielo. Él porta las varas mágicas que le dieron los dioses: el dios parlante y la boca con flecos.

El Canto del abalorio continúa en nueve fases, acompañadas de sus correspondientes pinturas de arena, canciones y músicas rituales. Ya manifesté en aquel post mi admiración y curiosidad por estas muestras de arte efímero del pueblo Navajo. Me viene el recuerdo mi infancia en forma de aquellos cromos que olían a aventura al sacarlos del sobre, aquellos viejos cromos de la colección "Vida y Color" sobre fauna o las razas del mundo, que comprábamos con avidéz y curiosiodad cuando críos en los quioscos. Allí descubrí -entre tantas y tantas maravillas de nuestro planeta mundo- al pueblo navajo y a los aborígenes australianos. Encontrar esta imagen de más abajo me ha devuelto la emoción de ese grato recuerdo. Me alegro de no haber perdido desde entonces mi capacidad de asombro...

Y volviendo a las pinturas de arena...

Y volviendo a las pinturas de arena...
"Unas pinturas que expresan un simbolismo ancestral relacionado con la mitología y cuyos motivos se desprenden de sus leyendas: los dibujos de arena cargados de fuerza telúrica liberan un poder mágico".
Esta cita y la que cierra el post que es de Kafka, y de su novela "La condena", la encontré en Los navajos y los tuertos en las praderas del centauro un espléndido y emotivo post de un muy interesante y recién descubierto blog: "La escuela de los domingos" que paso a recoger en mi cuaderno de bitácora.
"El deseo de ser piel roja:
Si uno pudiera ser un piel roja siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas, y apenas viera ante sí que el campo era una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo."