domingo, 31 de enero de 2010

Pioneros del cine experimental (I). Remezclas: Étienne-Jules Marey (1830-1904)



Este post y montaje audiovisual del final es un homenaje a todas aquellos pioneros que hicieron del cine una forma de investigar, una forma de hacer visible y comprender cómo se ve y se desplaza el mundo, una forma de apresar el tiempo y las imágenes ya fueran en gelatina de plata (Muybrydge) o en secuencias cinematográficas (Marey). O como hiciera Méliès, abrir las puertas del cine a la fantasia, la magia y la ciencia -ficción ¿Quien no recuerda su Viaje a la Luna?.En definitiva, una forma pionera de hacer y rehacer ficción y realidad, una remezcla miniaturizada de mundo.Una feliz conjunción de arte y ciencia. Voy a comenzar mis remezclas y homenajes con la figura de Étienne-Jules Marey. Para contextualizar, extraigo algo de su biografía de la Wikipedia (que podéis saltaros para después):

Fué fisiólogo y cronofotógrafo.Desde 1863, Marey perfeccionó los primeros fundamentos de su “método gráfico”, que estudiaba el movimiento utilizando instrumentos de registro y gráficos. Utilizando polígrafos e instrumentos de registro similares tuvo éxito en analizar con diagramas el caminar de un hombre y de un caballo, el vuelo de los pájaros y los insectos. Los resultados – publicados en La Machine Animale en 1873 – despertaron mucho interés y llevaron a Leland Stanford y Eadweard Muybridge a proseguir sus propias investigaciones, por medio de la fotografía, en el movimiento de los caballos. A su vez la influencia de Muybridge y las personas próximas a Marey, incluyendo a Alphonse Penaud, llevaron al fisiologo a estudiar la fotografía para el estudio del movimiento...

En 1882, perfeccionó la 'escopeta fotográfica',(ilustración izq.) inspirada por el “revolver fotográfico” inventado en 1874 por el astrónomo Jules Janssen, y capaz de tomar doce exposiciones en un segundo. En 1882 Marey abrió la Estación fisiológica en el Bois de Boloigne, fundada por la ciudad de Paris, con Georges Demeny como asistente. Marey abandonó rápidamente su escopeta y en 1882 inventó una cámara de placa fija cronomatográfica equipada con un obturador de tiempo. Utilizándola, tuvo éxito al combinar en una placa varias imágenes sucesivas en un simple movimiento.

Para facilitar el disparo desde diferentes posiciones, la cámara se colocó dentro de una gran cabina de madera que corría sobre raíles. Entre 1882 y 1888 se tomaron numerosas placas en la estación, incluyendo las famosas figuras geométricas.


En fin, cuando descubrí esto bellos clips en YouTube pensé reutilizarlos remezclandolos con algo de música contemporánea, en concreto, Moby. Y éste es el resultado, "Marey Reloaled_ 2010". (Recomiendo verlo a mayor tamaño en el sitio original, en Vimeo)

Marey Reloaled 2010 from Manuel Pérez Báñez on Vimeo.

miércoles, 27 de enero de 2010

5 haikus para una exposición #1


I
te veo pintando
el envés de la noche
a brochazos de rabia


II
trigal sombrío
trae el viento un disparo
al corazón


III
comen patatas:
alma embetunada
de desolación



IV
son meteoros
de rutilantes estrellas
tus girasoles


V

pequeño mundo:
dos sillas, mesita y cama
luz en la ventana

miércoles, 20 de enero de 2010

Destellos en flashback


( a Manuel, “Obi”, mi amigo de la infancia, in memoriam)

Como nuestros recuerdos, esto que sucede es un post hecho a base de retales, de discontinuidades. Y por tanto confuso y sin saber qué va a pasar. Como cuando aparecen en el horizonte esos cielos que, de repente, se nublan, llueve y sale el sol , todo a la vez. Destellos de flashback que viajan por igual a la velocidad de la luz que de las sombras. Y miro por la ventanilla y pienso que tal vez, las sombras de la duda sean más alargadas al atardecer. No lo he dicho: voy conduciendo. Ahora no, ahora escribo. Iba conduciendo esta tarde. Ida y vuelta.


Mentalmente estoy conduciendo un coche, dirigiéndome al pueblo y dirigiendo el curso de estas palabras que ignoro a dónde me conducirán por ahora. Uno las va colgando como clavitos con urgencia sobre el teclado para que las ideas no escapen o se fundan como un bloque de hielo, como colgamos cuadritos en una habitación. Sólo que esta habitación no tiene paredes.

Parezco oír las campanas que redoblan con esa candencia de tristeza acumulada de siglos que tienen las viejas campanas de bronce. Veo a las cigüeñas que crotoran sobre el inmenso reloj ajeno al drama que casi cada tarde de entierro se oficia unas decenas de metros más abajo, a ras de suelo. Pero aun voy en camino… está sucediendo.
Normalmente conducir de forma monótona y silenciosa, en la soledad de chapa y cristal y con el ruido de fondo del runrún del motor, propicia esa latencia, esa crónica de instantes fugaces que desfilan por tu mente a la misma velocidad que los bajos del coche engullen las líneas blancas de la mediana , a la misma velocidad con que los nuevos paisajes dejan paso a los anteriores. Aún así realizas toda suerte de actos físicos, mecánicos y controlados como has hecho ya muchas veces. Abres sin saber por qué la ventanilla, notas que hace frío y que el ruido y el aire entra en tromba en el interior. La vuelves a subir. Sintonizas una emisora y al momento la vuelves a cambiar. No te interesa ahora. No encuentras la banda sonora adecuada a la película que transcurre en tu interior. Un coche que se desplaza a la velocidad de tu pensamiento es unos de esos escasos lugares del mundo donde uno tiene derecho a poner orden en su madeja vital.

Ya sé, normalmente no piensas estas cosas. Normalmente no. Vas, vienes y ya está. Es un hecho. Pero hoy no es un día normal. Es un día de la vida, de la vida real que discurre como delgada línea entre la vida y la muerte. De esa misma vida que cuando eras más joven siempre pensabas que podías aplazar para el día siguiente, el mes siguiente, el año siguiente. Siempre era un proyecto que debías aplazar en aras del presente. Ahora la autopista pasa por un viejo pinar. Antes era más grande, al menos uno siempre tiene ese recuerdo. Y pienso que allí solíamos acudir mi amigo Obi y yo, cuando inquietos estudiantes, cuando esas incipientes y ansiosas primeras caladas de tabaco, cuando nos hacíamos preguntas y buscábamos en los libros respuestas. Allí, con la brisa de los pinos como testigos trazábamos planes de futuro. ¿Te acuerdas? Me dijiste que querías ser escritor. Y bien que escribías, entonces.Leíamos con pasión las teorías de Bakunin o Kropotkin. Divagábamos sobre Hesse o sobre Kafka, con esos populares y multisubrayados libros de bolsillo Alianza Editorial con las surrealistas portadas blancas de Daniel Gil, que parecían cuadros metáfísicos de De Chirico. Claro que entonces yo no lo sabía…

Otro flashback. Especialmente nos dejó impresionados la lectura de “La Metamorfosis” de Kafka. Muchos años después volví a leer la novelita e incluso realicé una exposición inspirada en ella llamada “las Mutaciones”. Tal vez la vieras, Obi. No me acuerdo. En aquel tiempo ya nos distanciamos. No sabíamos mucho el uno del otro. Debe ser que los recuerdos importantes sólo transcurren los primeros 20 o 30 años de tu vida, el resto se escurre como arena de playa, como anguila en un cubo, como un sueño en la mañana . Ahora pienso otra vez en el pobre Gregor Samsa, ese conciencia enorme aprisionada en un ser crustáceo. Y pienso que todos somos un poco crustáceos que construimos caparazones de ciudades y casas llenas de cosas que nos aprisionan pero sin las cuales nos sentimos vulnerables y blandos. Pieles, ropas, casas, ciudades y cosas que nos cubren y que de tarde en tarde mudamos, como las serpientes.

Voy llegando a mi destino y parece que entran en erupción esos recuerdos. Intentando fijar los momentos , los flashbacks y sintiendo la mente como una balsa de aceite en el agua, a la deriva, flotando, me viene a la memoria un tanka de Takuboku

Encendí una cerilla
y por los tres palmos
que dio de luz,
volando cruzó
un bichito blanco.

Lo que vino después. Un tiempo de aguas que decanta las cosas. Elegimos nuestro camino, nuestro destino. Cada cual el suyo. Ni mejor ni peor, el suyo. Comienza ( otra vez) a llover y el limpiaparabrisas sacude con desgana las gotas que caen.Chirría. Hace ruido porque está gastado. Una tarde gris, plomiza y adecuada al momento, llegando al pueblo .Aparco. Ya escucho esas campanas…


jueves, 14 de enero de 2010

Dos películas, dos reflexiones, dos vínculos.



¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Calderón de la Barca

La casualidad ha querido que las dos últimas películas que he visto (una en casa, otra en cine) sean muy diferentes, casi en las antípodas cinematográfica y estilísticamente hablando. En todo, en realidad. Pero también de forma muy diferente me hacen pensar sobre las cosas que importan en este mundo. Y las cosas que importan están interconectadas, incluso entre estas dos películas tan diametralmente opuestas, como interconectados estaban esos azulados gnomos gigantes de Avatar con las plantas o los animales a través del “vínculo” de su coleta. Pero no adelantemos...

Una ,
“Mi vida sin mi” de Isabel Coixet. Me impresionó y me dejo perplejo, pensante, con diálogos e imágenes intimistas y de alto voltaje emocional. La cineasta, a través de Ann su protagonista, hace un retrato magistral y humano de cómo afrontar y asumir con entereza la pesadumbre de conocer tu inminente y fatídica fecha de caducidad a manos de una enfermedad terminal, optando por no despedirse de la vida y sucumbir, sino abrirse a los capítulos hasta entonces no explorados de su existencia. Esa noche dormí y me desperté con cierta intranquilidad incubada sin duda por la película. Me da por pensar que cuando uno se despierta justo antes de recordar quien es y dónde está, tiene casi los mismos pensamientos y ocurrencias que cuando se despertaba siendo niño, como tal vez sugiera esto misterioso graffiti que vi tiempo atrás cerca de casa y que ya en cierta ocasión, puse por aquí



Y ahora, en tu distante y clarividente vigilia de ser adulto te preguntas en qué has cambiado, qué vínculos has mantenido y cuales has creído romper contigo mismo y tu mundo circundante, que has ganado y qué has perdido. en el trasvase de la vida. No sólo te cuestionas que cosas realmente te importaría hacer en tus hipotéticos y restantes dos o tres meses de vida, no sólo te cuestionas lo verdaderamente ridícula –como decía Susan Sontag- que es o puede llegar a ser tu rutina de vida si consigues distanciarte lo suficiente de ella, no sólo piensas en ti sino también en la vida sin ti. Y te preguntas si la propia naturaleza de la muerte puede cambiar por completo o estamos irremediablemente unidos a ella como el perro al hueso o el gato al ratón. El vínculo….siempre el vinculo.

Dos,
“Avatar” la esperada y espectacular epopeya futurista en 3D imaginada por su director, James Cameron. No hace mucho dije en Twitter algo así como que lo que ví en Avatar era -simplemente- una versión cibernética y futurible del eterno mito del buen salvaje, del (diría Jung) arquetipo de héroe,que anida en el insconciente colectivo: Tarzan de los Monos, con su llamada de la selva (no en forma de grito, sino de invocación a Na-Vi, la Red) y su propicia estampida animal incluida. No voy aquí a entrar en valoraciones de gusto, sólo decir que, como película, tal vez abra nuevos caminos a esta industria necesitada de continuas experiencias y excitaciones visuales. Aunque sea a golpe de millonarios presupuestos, necesitamos recrearnos en estos romanticismos virtuales que hace posible hoy la tecnología cinematográfica e informática, como hace Cameron al presentarnos y sumergirnos (aunque sea por medio de gafas de pasta 3D) en su imaginado, misterioso y exuberante mundo tropical de Pandora.

Dejando de lado la parafernalia promocional, el éxito de taquilla , el 3D y su pretendido mensaje apocalíptico-ecologista, hay destellos en Avatar que al menos te dejan ( a mi, por lo menos) un margen de duda acerca de dónde está la realidad, dónde el sueño y dónde los “avatares” de nuestra peculiar geografía sentimental. La vida es sueño- dice un conocido soneto- y los sueños sueños, son.
Según la Wikipedia se denomina "avatar" (en Internet) y otras tecnologías de comunicación modernas, a una representación gráfica, generalmente humana, que se asocia a un usuario para su identificación. Los avatares pueden ser fotografías o dibujos artísticos, y algunas tecnologías permiten el uso de representaciones tridimensionales.” Y también la RAE dice acerca de la propia palabra “avatar” :(Del fr. avatar, y este del sánscr. avatâra, descenso o encarnación de un dios). 1. m. Fase, cambio, vicisitud. U. m. en pl. 2. m. En la religión hindú, encarnación terrestre de alguna deidad, en especial Visnú. 3. m. Reencarnación, transformación.
Y con esto vuelvo al principio, al “vínculo”. Nuestra vida (y con ella también nuestra colección de rastros e identidades virtuales que dejamos por internet y sus muchas “redes” sociales) son una sucesión de avatares ( cambios, vicisitudes e imprevistos) que se va vinculando indistintamente en los eslabones virtuales y reales de nuestra existencia. Eslabones sí, pero entendamos que son eslabones flexibles, participantes , replicantes y fabricantes de su propio destino. Estas redes (de internet, de telefonía móvil, etc.) acaparan gran parte de las conectividades actuales replicándose como si fueran rizomas, modelos botánicos en los que se basan por cierto las concepciones teóricas y filosóficas de pensadores influyentes como Deleuze o Guattari: gigantescas redes subterráneas y descentralizadas que se comunican entre sí sin subordinación jerárquica en torno a objetivos o intereses comunes y con conectividad permanente como seña de identidad, incluso a costa de restringir o anular la propia conectividad con el mundo real. Hasta el punto de que se crean evidentes situaciones y trastornos de dependencia. Antes, perdías el teléfono móvil y sólo lamentabas eso, perder el aparato y si acaso, los contactos de la agenda. Hoy para muchas personas y especialmente los/las adolescentes, perder el móvil o quedarse sin cobertura es desaparecer de la "red", no existir, no ser, no estar localizado. Un trauma.

No hace mucho hable también aquí del fenómeno
DeathBook, surgido en torno a una de las más populares redes sociales, Facebook y que en el fondo vincula ( el vínculo, otra vez) de una forma o de otra el eterno anhelo tanto existencial de esa continuidad de la “vida sin mí” que nos propone Coixet como el virtual y cibernético, postergado más allá de la muerte física, el avatar que velará por tu presencia más allá de tu propia y física ausencia de un mundo, muy a tu pesar, sin ti.

La vida es un avatar y los avatares, avatares son. Contigo y sin ti.

viernes, 1 de enero de 2010

Haikus para un año que termina y otro que comienza



Tal día como hoy hace un año. Cadenas de acontecimientos. Segundos, minutos, dias y meses que se han hecho por igual eternos y efímeros. Esperanzas y sueños. Ausencias, doloridas ausencias. Pero la vida sigue como sigue derritiéndose cada mañana el azúcar sobre el café o puliéndose la piedra en el río, lenta pero implacablemente. Tal día como hoy comencé a escribir mis primeros haiku, sinceros pero incipientes en cuanto a desnudez, métrica y refinamiento. Comencé a leer haikus y comencé a sólo atisbar la insuperable belleza de maestros como Bashô, Issa, Ryôkan o Buson. Hice muchos, cientos. De todos tal vez, ahora en la distancia, unos pocos se salven y realmente sean fieles al espíritu, a la latencia auténtica del haiku. Sólo unos pocos logran ser esas raspaduras poéticas, esos relámpagos de tres versos que salen del alma como un quejío, como cuando de pequeños sumergíamos un balón de goma en el mar y luego lo soltábamos disparado hacia fuera del agua. Es por ello que estos haiku ( y por ello deba traicionar la máxima oriental de no explicarlos y comentarlos, sino sólo sugerir con unos brevísimos versos de 5, 7 y 5 sílabas) rehuyen tal vez de las imágenes grandilocuentes y busquen ( sólo busquen o anhelen) la sencillez, la ligereza, lo desnudo, lo esencial. Olores, sensaciones, voces, silencios, tiempos, destiempos, lugares y no lugares y sobrevolándolo todo , tal vez cierta sensación de pérdida junto al omnipresente recuerdo de mi madre, fallecida en Julio del año pasado. Algunos resultarán crudos, otros posiblemente inaccesibles (salvo para quienes me rodean) porque responden a ráfagas y momentos concedidos al silencio y la intimidad. Pero si algo de hermoso tiene el haiku es que cada uno le pone su música, su propio canto. Cada lector es artesano del poema y constructor del sentido. Sin más y confesando haber hablado más de lo necesario, debo cortar. Cuando den las campanadas y un año dé paso al siguiente, cuando las uvas atraganten las gargantas y el cristal de los vasos y las voces se eleven sobre las mesas, este post saldrá a la luz sin hacer ruido, en la incierta frontera entre un año que termina y otro que comienza. Los haiku...

Silencio roto
por un perro que ladra
luces del alba

Queman mis manos
las castañas asadas
y los recuerdos

Corriente de agua
que pasa impetuosa
sobre las piedras

Un soplo de aire
ha apagado la vela
y tu luz, madre

Como un corcho
que hundes en el agua
emerge tu infancia

Sal a la sal
la pleamar de Armona
lame mis lágrimas

Sólo en la noche
empapado en niebla
sudando frío

Jilguerillo yerto
grande, solemne muerte
siendo pequeño

Marea de algas
por los cuatro costados
me duele el mar

Dejé de contar
cada día que pasa
sin quere hablar

No quedan ascuas
tampoco ganas de nada
hace viento y frío

Contentos los dos
el nieto y la abuela
llorando yo.

Habla por mi
el murmullo de la mar
y eso me basta

Caido al suelo
un botón descosido
y no quiero cogerlo.

Sirven a la mesa
alcachofas rellenas
de recuerdos

Junto a la candela
mas quema la tristeza
que el fuego

Van, vienen las olas
ajenas al paso del tiempo
es un consuelo