martes, 17 de abril de 2012

Ver y sentir instagram

"La vida, ese rutinario deporte de riesgo"

No hace mucho que la popular aplicación de fotografía para smartphones y tablets de Apple conocida como Instagram, estaba también disponible para móviles con android (el mio) y hace aún menos, se anunciaba a bombo y platillo en las redes y mentideros digitales la compra millonaria
por los voraces magnates de Facebook de esta popular, simpática y simple app a modo de "camarita vintage" con un puñado de efectos "retro". Esto levantó el consiguiente revuelo de sus millones de usuarios, que ven esta operación de compra como una traición a la filosofía "instagram". No deja de ser curioso el cómo ciertas aplicaciones y redes pueden llegar a ser tan populares y tener legiones de fans en todo el mundo.

"Salón TV (la república independiente de tu casa)"

Lo interesante tal vez de esta red para mí y en mi corta andadura como "instagramer", es observar cómo muchos de sus usuarios construyen con estas miniaturas fotográficas nuevos discursos comunicativos, nuevas formas de ver e interpretar la realidad, mediante la metáfora, el fragmento, la anécdota o la sugerencia. A veces, veo demasiado artificio y maquillaje de efectos en las fotos, pero a veces también veo verdadera poesía visual. Como un haiku casi. Creo que ha enseñado a miles de usuarios no sólo a usar la fotografía, sino a ver, mirar y sentir el universo que nos rodea con implicación emocional compartida con esas pequeñas cápsulas cuadradas de emociones fotográficas. Al menos, eso es lo que me gusta de instagram, su "estrella"...espero que Facebook no rompa el hechizo, ahora que ando recién naufragando por estas redes...

"Personaje náufrago de la buena estrella"

Fotos tomadas con Instagram (android) por mi alter ego instagramer @manupielroja

sábado, 14 de abril de 2012

Todo es de color, arte con-sentido

Ha sido satisfactorio rescatar del olvido un querido proyecto artístico de hace ya algunos años y llevado a cabo con gran parte del alumnado de compensatoria del que ha sido mi instituto y lugar de trabajo hasta hace muy poco como profesor de Dibujo. Querido y significativo no sólo por lo que conseguimos, sino por el momento delicado en que se hizo, cuando empezaron a correr rumores de que, por oscuras razones, querían cerrar el centro, ubicado en el gran pero castigado barrio del Polígono Sur sevillano. El proyecto era una forma simbólica de reivindicar que el instituto estaba vivo y "florecía" en la adversidad. Gracias a iSpring , una excelente aplicación que se instala como extensión en power point, pude exportar la presentación original en un anodino ppt escondido en un portaestuche de cds a un más actualizado y liviano formato flash, sin que las imágenes perdieran un ápice de calidad y sobre todo, subirlo al portal web DebiantArt que me permitía alojar archivos SWF (flash) conservando la importante banda sonora y el ritmo original del relato. Y lo que es más importante, compartirlo en la red. Sin más preámbulo, el árbol de la diversidad: arte con-sentido.


miércoles, 4 de abril de 2012

Crónicas Insulares (XIIII) : Zurbarán, cartujos y anís de Cazalla

Vista desde la sierra de la Cartuja de la Inmaculada Concepción**

Tiempo hacía que no escribía un post y más tiempo aún, disfrutar haciéndolo. Una historia como la que sigue bien merece retomar las teclas y dedicar algo de mi tiempo (bien escaso últimamente) para tal menester. El caso es que hay lugares, ruinas casi, que hablan y entrecruzan sorprendentes historias que se perderían entre las hiedras y la maleza que amenazan con engullir en el olvido y la indiferencia estas piedras cargadas de ecos e historias. A veces, en nuestro vértigo por no perder el pulso del presente, desatendemos estas voces y estos ámbitos latentes en esos espacios vacíos que invitan a pensar y a imaginar. Si sois gentes con prisas o ansiosas de novedades tecnológicas, tal vez este post -que se presume largo- no sea el adecuado, aunque, por supuesto, ya que estáis en Insula Dulcamara, invitados estáis a quedaros...

Sucede que este pasado fin de semana -gracias a unos bonos de descuento sacados por internet- pasamos unos días de vacaciones en una Hospedería ubicada en lo que un día fue un impresionante monasterio cartujo en un apartado rincón de la serranía sevillana. Dicho monasterio se llamó Cartuja de la Inmaculada Concepción y está en un privilegiado y frondoso paraje muy próximo a la villa de Cazalla de la Sierra, pueblo que le ha dado nombre y fama, entre otras cosas, a un buen número de aguardientes, rastro bien visible en sus calles, a su vez herencia de los muchos monasterios que por diversas razones geográficas , se ubicaron en esta localidad serrana. La fotografía que sigue creo que habla por sí sola. La tomé al atardecer y sería digna de un soneto de Bécquer.

La majestuosa Cartuja de Cazalla emerge entre ruinas y maleza**

Quien está al frente de esta hospedería, Carmen Ladrón de Guevara Bracho me contó muchas historias acerca de los monjes cartujos y sobre una curiosa observación acerca de uno de sus ilustres visitantes, el pintor Zurbarán del que hablaré un poco más abajo, que pintó algunas de las obras que hoy cuelgan en el Museo de Bellas Artes de la capital hispalense. No en vano su propietaria tiene publicado un libro* con unas jugosas memorias sobre cómo adquirió allá a finales de los años 70 estos terrenos en estado prácticamente ruinoso y donde desmenuza con pelos y señales su épica lucha por restaurar este impresionante patrimonio abocado al abandono y el expolio, así como cuantos sorprendentes descubrimientos realizó buceando entre sus restos arqueológicos, así como entre numerosas publicaciones, archivos y manuscritos. No he tenido tiempo de leer este libro, sólo varios pasajes pero algunas conversaciones con Carmen, me dieron suficiente material para escribir este post que aderezaré con mis fotos y algunos datos que sacaré de acá y de allá, que es lo bueno de escribir en un blog, que uno investiga, aprende y comparte a la vez.


Tal vez debiera empezar hablando de quienes fueron los cartujos y de cómo llegaron a estos parajes serranos y créanme que me gustaría, ya que es una historia apasionante, pero necesitaría varios post como éste, así que confío en la innata curiosidad de mis lectores y se documenten largo y tendido en sitios como éste.

Volviendo a Carmen, la propietaria. Escribe en el prólogo de sus mencionadas memorias lo siguiente:

"Al adquirir esta propiedad, de nulo valor material, que había pasado de mano en mano en los últimos ciento cincuenta años sin producir a sus dueños más beneficio que los pingues de su expolio, me encontraba con el peso de la historia entre mis manos y la llave para encontrar la felicidad, que es lo que todos andamos siempre buscando"
"Me encontraba con el peso de la historia"... poderosas palabras que prometen y mucho. Con una locuacidad y erudición impresionante, viviéndolo casi al desgranar la historia, me contaba Carmen, como lo cuenta con todo lujo de detalles en su libro, de cómo los monjes covitanos fueron los más cultos de Sevilla. Los covitanos eran los cartujos que vivían en Santa María de Las Cuevas, uno de los grandes monasterios cartujos ubicados en lo que hoy, paradójicamente es el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla, el CAAC y poco antes, la renombrada y afamada Fábrica de Loza y Porcelanas de Pickman, avispado comerciante de Liverpool que aprovechando la desamortización eclesiástica de Mendizábal, compró por "cuatro reales" el monasterio cartujo de Sevilla para su fábrica de cerámicas y porcelanas, para disgusto mayúsculo de la ciudadanía hispalense cuando vio elevarse en el cielo las majestuosas chimeneas de los hornos, pero ya me estoy adelantando a la historia... Uno de sus priores, Juan de Padilla tradujo a Petrarca; otro mejoró la raza caballar y de ahí el origen de los famosos caballos cartujanos que hoy pueden admirarse en alguna cuadras de Sevilla o Jerez; otros estudiaron las plantas medicinales, la cartografía, astronomía y otras ciencias. De todos es sabido que el mismísimo Cristóbal Colón permaneció en la Cartuja de Sevilla un tiempo instruyéndose con los monjes en los conocimientos acerca de Las Indias y de cómo guiarse por las estrellas.

Vistas "toscanas" de la Cartuja de Cazalla desde nuestra habitación.Un lujazo...**


Alli depositó para su estudio y clasificación por los monjes del monasterio las muchas plantas que se trajo de su primer viaje. Y esto tiene su importancia, habida cuenta de que en esta época, sólos los monjes y ciertos boticarios poseían los conocimientos necesarios para trabajar con las plantas que a la postre habría de servirles también, como antes expuse, para fabricar elixires y licores "medicinales", que les darían fama internacional. No es casualidad que, precisamente en Cazalla hayan prosperado con lo han hecho las distintas casas fabricantes de licores y aguardientes, algunas tal vez hayas visto en las barras de bares y tabernas: Miura, Los Claveles, etc. Porque hubo un tiempo en que en estas tierras florecían las viñas y se elaboraba un caldo tinto único en Andalucía. Pero se producía más que se consumía por lo que el excedente de mosto lo derivaron para obtener y exportar aguardiente -con mucho mercado en América- con lo que estas empresas ya en manos de una burguesía pudiente, alcanzaron un gran auge económico que le han dado a Cazalla parte de su abolengo, aún bien patente en muchas de sus casonas y blasones. Acuérdate lector o lectora de estas historias cuando las veas, y si te atreves, cuado les des un trago. En el origen de ellas están como no, los cartujos y otros antíguos monasterios ubicados en estas tierras que un tiempo fueron frontera entre "fieles" e "infieles" y que vieron como sus posesiones, huertas y alambiques pasaron a manos del mejor postor a raíz de la desamortización eclesiástica emprendida por Mendizábal y ellos mismo obligados a exilarse, con el agravante de que también habian sido exilados en otras partes de Europa cono Inglaterra y Francia, en esta última expulsados por Napoleón.

Bodegas de anisados y aguardientes**


Muchos fueron los que no teniendo donde ir y debido a su inflexible voto de pobreza y sacrifico, se echaron a la mendicidad por caminos y ciudades. Algunos pocos ancianos consiguieron quedarse en sus antiguos monasterios como ocurrió con unos cuantos monjes de la Cartuja de Sevilla cuando Pickman (que en breve sería Marqués) decidió conventir el viejo monasterio en una moderna fábrica de lozas. Los monjes cuidaron las huertas y sufrieron la humillación de formar parte del "servicio" de los nuevos "dueños" de lo que fue un día su gran e influyente monasterio, cuna de científicos, traductores, botánicos, teólogos y filósofos que eran requeridos por su sapiencia en toda Sevilla, aunque no me quedó claro si para este tipo de atenciones y enseñanzas se permitían romper su voto de silencio. O que sólo "atendían" los domingos...

Volviendo a nuestro monasterio de Cazalla, su historia está llena por igual de turbulencias e intrigas. Originalmente concebido como un retiro de su ajetreada filial en Sevilla, pronto empieza a adquirir importancia y a despertar recelos no sólo de Sevilla sino de los demás estamentos de la Iglesia "oficial". Recordar que los cartujos iban lo que se dice hoy "por libre", con unas reglas muy estrictas de absoluta obediencia, soledad, silencio y aislamiento, confinados en el ámbito de la celda, que consistía en una casa con su huerto o jardín, sin comunicación con el resto de monjes. Cantaban y se reunían sólo los Domingos para no dejar atrofiadas las cuerdas vocales del poco ejercicio fonador. De dicho monasterio además, nos dice la documentación arqueológica que está asentado sobre restos celtas, fenicios, romanos y árabes, estos últimos aún visibles en algunas arcadas, escaleras, albercas, acequias, estanques y molinos de trigo, entre otros testimonios.

Por cierto, cuenta en su libro Carmen datos realmente curiosos , como aquel sobre uno de los caudillos mulsumanes que reinaron sobre estas tierras, atraido por el preciado metal que obtenían de los abundantes yacimientos del cercano Cerro del Hierro. Dicho caudillo llamado Yusf-Ibn-Abd-Al-Rahman Al-Finri llegó a ser walí de toda Al-Andalus e incluso declararle a guerrra a todo un califato de Córboba, empresa que el costó la vida, todo hay que decirlo.

Entre tanta anécdota, aún queda por hablar del Zurbarán. Una vez más Carmen me contó una historia y es que cree que los cuadros de Zurbarán que hoy lucen el el Museo de Bellas Artes de Sevilla fueron pintados realmente en el cenobio de la Cartuja de Cazalla y no en la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla - donde fueron finalmente destinados- ni en ningún otro monasterio. Los pintó en Cazalla. Parece ser que datos biográficos extraídos de las fuentes y algunos detalles relativos al espacio representado en la pintura, como esa espadaña que aparece bajo el arco de la derecha, avalan a Carmen en sus pesquisas. Y efectivamente, he consultado algunas fuentes y he podido comprobar que el pintor Francisco de Zurbarán residió en Llerena de 1617 a 1628, la cual se encontraba en aquel entonces bien comunicada con Cazalla de la Sierra, por lo que existe la opinión (que Carmen da por sentado) de que sus cuadros sobre cartujos que en 1633 se colgaron en la sacristía de la Cartuja de Sevilla debieron ser pintados anteriormente en el cenobio cazallero.
Especialmente uno es significativo, el Milagro de San Hugo o tambien conocido como San Hugo en el refectorio de los Cartujos, reproducido más abajo.

El milagro de San Hugo (Zurbarán). Museo de Bellas Artes de Sevilla

La anécdota de la historia y los detalles (la vajilla, por ejemplo, tiene su historia) ahora se me pierden , pero recuerdo que me habló especialmente del cuadro que aparece sobre las cabezas de los seis monjes (fundadores junto con Bruno de la orden de los cartujos), un paisaje con una natividad a la izquierda y un San Juan Bautista a la dececha. Un cuadro dentro del cuadro. Un mensaje. "Es una incongruencia total" me decía. Me hizo ver que en él aparece la virgen con el niño, la única mujer que admitían en sus principios, ya eran misóginos hasta el punto que hicieron marcar con tiza las lozas que la reina (no recuerdo cual) pisaba en una visita al monasterio, con la sola intención de sustituirlas despues, por considerarlas " impuras". Cosas del misticismo exacerbado de estos cartujos, supongo. Pero me dijo antes que ese cuadro dentro del cuadro era una incongruencia ¿por qué, que me quedado con la intriga? le insistí. "Ah, si, es una incongruencia porque estan la Virgen con el niño y San Juan Bautista , cuando ambos, todo el mundo sabe, eran coetáneos". Además, siguió contándome Carmen que los cartujos no creían en los santos ni los veneraban (mal asunto con la iglesia católica, supongo) y si aparece el San Juan Bautista es porque simboliza en cierta forma el sacrificio y abstinencia de su fundador, Bruno. En definitiva, Zurbarán conocía muy bien el mundo, las normas y los códigos de los monjes cartujos para pintar ese cuadro. Y para ello debio de haber convivido con ellos un tiempo, de otra forma no se explica.

Y es curioso, y ya hablando de lo estrictamente pictórico en el arte de Zurbarán, como muchos críticos y estudiosos del arte han querido ver en Zurbarán un "abuelo" de Cezanne precursor como todo el mundo sabe, del cubismo, aunque opino que se acerca más a un Juan Gris, por ejemplo, en cuanto a la simplificación cromática y geometrización de sus figuras y espacios. E incluso, se le propone como remoto precursor de la pintura metafísica. Nunca me había fijado especialmente en este cuadro ni en muchos otros de temáticas religiosas, salvo en apreciar el buen dominio que tenía de los blancos, logrando una cantidad insólita de matices, bien apreciables en el soberbio y escultórico modelado de las túnicas de sus monjes pintados. Y ahora, tal vez entienda mejor esta espiritualidad "cartuja" que le acerca a la pintura pura, a lo ensencial del medio pictórico: color y dibujo, sin ornamentos ni estridencias cromáticas.

Una lectura más atenta me descubre a un Zurbarán dueño por un lado, de un preciso cromatismo muy de mi gusto, compuesto de blancos, negros, grises y marrones sabiamente orquetados sobre el lienzo y por otro, su esmerada puesta en escena compositiva. Creo que, pedse a mis reticencias a pisar estos sacrosantos lugares artísticos, tendré que volver al museo un días de estos, con la única excusa que tengo ahora: ver en directo y tranquilamente esta pintura y de paso, algún Brueghel o Greco de quienes siempre se saca alguna enseñanza artísitica. Y a la salida, eso sí, un buen Miura o aguardiente de Los Claveles en cualquier mesón o taberna de los alrededores del Museo, para matar el gusanillo y eso.

NOTAS:
* "La Cartuja de Cazalla. Historia de un destino" de Carmen Ladrón de Guevara Bracho, Ed. Factoría del Barco. Sevilla 2005
** Fotografías del autor