LOS FRIOS / MONSTRUOS DEVORADORES DE ENERGIA
El otro día tuve la suerte de disfrutar en familia de una curiosa exposición artística al aire libre en pleno centro de Sevilla. Estaba patrocinada por una conocida marca de ron y se llamaba “Monstruos devoradores de energía”, a la que corresponde el reportaje (de esta misma muestra en el Grand Palais de París) que encabeza este post. Y me quedé pensando, pensando en lo que de auténtico o artificial queda hoy día en el arte…
Y esta noche fresca, tras bajar de la azotea me puse a mirar mi casa, los cientos de objetos que nos rodean como pieles, como capas de cebolla. La mayoría anodinos, serviciales, prácticos, tecnológicos, sin magia…la mayoría no nos harían ni siquiera llorar porque su vida útil durará apenas un suspiro. Pero ya me estoy yendo por las ramas y por las azoteas del pensamiento….
“Monstruos devoradores de energía” es un homenaje a los objetos que nos acompañan a lo largo de nuestra vida. Y en la vida cubana, el refrigerador y la nevera, mas que ser un simple electrodoméstico, es todo un icono sobre el que gira la vida familiar del país, como para muchos de nosotros fue la televisión en los 60 o 70. En Cuba , el refrigerador ocupa un lugar preferente en la casa. Se mima y se cuida como oro en paño. Sobre él se colocan santos y deidades y ofrendas, y retratos de familia y objetos en sincrética convivencia que -como el propio refrigerador o la “nevera”, que también le llamamos por Andalucía – van viendo pasar una o varias generaciones, abriéndose y cerrándose, abriéndose y cerrándose. Pero ocurre que ya no pueden más, que sus oxidados motores revientan, sus herrajes e oxidan, dejan de enfriar y a hacer un ruido infernal.
El gobierno cubano impulsó con la llamada Revolución Energética, la retirada de estos “monstruos” que sólo hacía consumir kilovatios. Hasta ahí todo normal. Es el progreso. Pero hay objetos que reclaman que se les devuelva la dignidad del servicio prestado durante tantos años. Y aquí entra la magia del arte, ese arte sin pretensiones mediante el cual los objetos comienzan a hablar, a contarnos sus mas inconfesables secretos. Un grupo de artistas cubanos llamado ”Los Fríos” así lo entendió y se propuso la ardua tarea de utilizar las modestas y desvencijadas neveras como soporte artístico de excepción. La historia la cuentan sus protagonistas en el vídeo así que les dejo el mérito a ellos.
Entonces, al hilo de esta exposición y de la suave y fresca brisa de mi azotea sevillana , recordé algo que dijo un escultor nigeriano de nombre impronunciable, Sokari nosequé:
“lo que hace hermosos a los objetos es su poder, no su forma”
Y pensando y tendiendo y considerando, retrocedí al origen, a las pinturas prehistóricas escondidas en lo más profundo de las cuevas, a las figurillas y enseres que enterraban en lo más profundo de las pirámides egipcias, al misterioso arte de ciertos escultores de Mali que tallan y colocan en sitios secretos sus fetiches. Todas estas obras de arte vivían ocultas ¿ De qué servían entonces, si nadie las veía o disfrutaba? Dicen los antropólogos que este arte era una forma de supervivencia asociada a sus ritos religiosos, que se creaba para jugar un papel específico: curar, proteger honrar, traer la lluvia o la descendencia deseada que garantizara el nexo de conexión entre el pasado, el presente y el futuro. En definitiva, un arte nacido como necesidad para soportar la vida diaria. Como esas viejas y destartaladas neveras que ahora, revestidas y resucitadas y envueltas en el aura del arte nos dicen, nos recuerdan que también tuvieron su alma, que estuvieron ahí, en las duras y las maduras, en los buenos y malos momentos de cada familia y de eso en Cuba saben una jartá y además le ponen arte.
El otro día en la sevillana Plaza de San Francisco, un santuario vertical de cincuenta y tantas neveras arropadas de arte me hicieron pensar incluso en aquellas colosales cabezas de la Isla de Pascua y en el montón de pequeñas y grandes cosas que en la vorágine de nuestro mundo moderno vamos dejando de lado, como este afilador que ajeno al paso del tiempo y a la exposición y a la bulla de la calle, sacaba filo a cuchillos jamoneros y viejas tijeras, objetos de culto, objetos...
Y esta noche fresca, tras bajar de la azotea me puse a mirar mi casa, los cientos de objetos que nos rodean como pieles, como capas de cebolla. La mayoría anodinos, serviciales, prácticos, tecnológicos, sin magia…la mayoría no nos harían ni siquiera llorar porque su vida útil durará apenas un suspiro. Pero ya me estoy yendo por las ramas y por las azoteas del pensamiento….
“Monstruos devoradores de energía” es un homenaje a los objetos que nos acompañan a lo largo de nuestra vida. Y en la vida cubana, el refrigerador y la nevera, mas que ser un simple electrodoméstico, es todo un icono sobre el que gira la vida familiar del país, como para muchos de nosotros fue la televisión en los 60 o 70. En Cuba , el refrigerador ocupa un lugar preferente en la casa. Se mima y se cuida como oro en paño. Sobre él se colocan santos y deidades y ofrendas, y retratos de familia y objetos en sincrética convivencia que -como el propio refrigerador o la “nevera”, que también le llamamos por Andalucía – van viendo pasar una o varias generaciones, abriéndose y cerrándose, abriéndose y cerrándose. Pero ocurre que ya no pueden más, que sus oxidados motores revientan, sus herrajes e oxidan, dejan de enfriar y a hacer un ruido infernal.
El gobierno cubano impulsó con la llamada Revolución Energética, la retirada de estos “monstruos” que sólo hacía consumir kilovatios. Hasta ahí todo normal. Es el progreso. Pero hay objetos que reclaman que se les devuelva la dignidad del servicio prestado durante tantos años. Y aquí entra la magia del arte, ese arte sin pretensiones mediante el cual los objetos comienzan a hablar, a contarnos sus mas inconfesables secretos. Un grupo de artistas cubanos llamado ”Los Fríos” así lo entendió y se propuso la ardua tarea de utilizar las modestas y desvencijadas neveras como soporte artístico de excepción. La historia la cuentan sus protagonistas en el vídeo así que les dejo el mérito a ellos.
Entonces, al hilo de esta exposición y de la suave y fresca brisa de mi azotea sevillana , recordé algo que dijo un escultor nigeriano de nombre impronunciable, Sokari nosequé:
“lo que hace hermosos a los objetos es su poder, no su forma”
Y pensando y tendiendo y considerando, retrocedí al origen, a las pinturas prehistóricas escondidas en lo más profundo de las cuevas, a las figurillas y enseres que enterraban en lo más profundo de las pirámides egipcias, al misterioso arte de ciertos escultores de Mali que tallan y colocan en sitios secretos sus fetiches. Todas estas obras de arte vivían ocultas ¿ De qué servían entonces, si nadie las veía o disfrutaba? Dicen los antropólogos que este arte era una forma de supervivencia asociada a sus ritos religiosos, que se creaba para jugar un papel específico: curar, proteger honrar, traer la lluvia o la descendencia deseada que garantizara el nexo de conexión entre el pasado, el presente y el futuro. En definitiva, un arte nacido como necesidad para soportar la vida diaria. Como esas viejas y destartaladas neveras que ahora, revestidas y resucitadas y envueltas en el aura del arte nos dicen, nos recuerdan que también tuvieron su alma, que estuvieron ahí, en las duras y las maduras, en los buenos y malos momentos de cada familia y de eso en Cuba saben una jartá y además le ponen arte.
El otro día en la sevillana Plaza de San Francisco, un santuario vertical de cincuenta y tantas neveras arropadas de arte me hicieron pensar incluso en aquellas colosales cabezas de la Isla de Pascua y en el montón de pequeñas y grandes cosas que en la vorágine de nuestro mundo moderno vamos dejando de lado, como este afilador que ajeno al paso del tiempo y a la exposición y a la bulla de la calle, sacaba filo a cuchillos jamoneros y viejas tijeras, objetos de culto, objetos...
7 comentarios:
No me cabe la menor duda de que los objetos reciben el poder que nosotros les conferimos.
De ahí los famosos "amuletos" que forman parte de muchas culturas y que tienen tanta energía y poder como nosotros creemos y queremos que tengan.
Esto de las neveras (en Valencia también las llamamos así) me ha sorprendido, porque no conocía esa faceta de los cubanos y me ha parecido "normal" que se venere algo que durante generaciones (las que el cacharro aguanta) es el "alma" de todos los miembros de la familia. En Latinoamérica son muy dados a este tipo de creencias.
Y a mí me encanta. Cada cual tiene que buscar la manera de crear su "santuario", quizás un lugar u objeto donde centrar sus deseos y su fe.
Y que además, lo conviertan en un arte tan genuino, no tiene precio.
¡Por cierto! Por aquí aún se escucha de vez en cuando algún afilador, con la variante de que la armónica y la voz las reproducen en una grabadora. (Ventajas de las Nuevas Tecnologías, jeje!!).
Bueno, que menudo rollo he soltao y no te he dicho que me ha encantado el post. :-)))
¡Un saludo!! Y sigue inspirándote en esa azotea maravillosa....
Encantado de reencontrarte nuevamente por esta remota isla de la blogosfera. No recordaba lo gratificante que rea recibir buenos comentarios en tu blog. Gracias.
Cuanta razón tiene ese artista africano sobre el poder de los objetos. El ser humano tiene la costumbre de proyectar sus emociones, positivas o negativas, sobre todo lo que le rodea. Si es una nevera que alivió tu sed y tu calor en tantos días del bochornoso calor caribeño, no digamos. Y los mismo vale para la cámara que sacó las primeras fotos de tu primer hijo o tu primera moto que te permitió sentir el calor y el amor de tu novia agarrada por detrás.
Pero si identificamos cacharros con emociones hay que ser muy conscientes de que estamos jugando al juego del marketing y engrasando la maquinaria del consumo. Hace unos cuantos años me desprendí de toda una serie de aparatos (he sido siempre muy "aparatoso" para irritación de mi cónyuge) incluyendo mi ya obsoleta primera cámara de vídeo, mi primer ordenador multimedia (Commodore Amiga) y un buen puñao de accesorios. Puse un anuncio en la prensa diciendo que se lo regalaba todo al que me mandara una carta convenciéndome de que lo necesitaba.
Al final fueron a parar al maestro de la Prisión provincial de Huelva que estaba montando una emisora de TV con los reclusos. Desprenderme de unos cacharros con los que había aprendido tanto, con los que había grabado tantos momentos de mi familia no fue mas que una enorme satisfacción porque a cambio recibí un buen puñado de historias, a cual más difícil de descartar, que justificaban el obsequio. Aún conservo esas cartas, esas historias de la vida misma, que me recuerdan en donde residen los verdaderos sentimientos.
Gracias amigo Manuel, porque tu inspiración de la azotea me ha permitido recordarme a mi mismo que el apego por las cosas es solo una pequeña trampa de nuestro cerebro. Si, los objetos despiertan inevitablemente emociones, pero lo importante son las emociones no los objetos.
Es impresionante lo que da de si, subir a tender la ropa. Yo soy mucho de guardar y comparto, como dice Javier, la idea del artista “lo que hace hermosos a los objetos es su poder, no su forma” todo aquello que ha recibido nuestros sentimientos, esperanzas o incluso frustraciones es mucho mas poderoso y valorado, sin tener en cuenta su belleza.
Muchas gracias Javier. Me ha gustado mucho tu comentario: Es preciosa esa forma que cuentas acerca de cómo te desprendiste de tus viejos cacharros. Y tienes razón, lo importante no son los objetos sino las emociones y las historias que anidan en su interior. Y efectivamente, la publicidad ya hace tiempo que intenta utilizar esta estrategia del "apego" para vincular emocionalmente al consumidor con determinados objetos y marcas de consumo. Lo importante no es que tengas ese objeto o consumas tal o cual marca, lo importante es la "fidelidad" de por vida que tengas hacia el objeto o la marca. Muchas conocidas marcas automovilísticas ( y de software como Apple ) la utilizan a menudo.
Nuestras emociones son un coladero por donde los publicistas entran a saco.
En otro orden de cosas, gracias por pasarte nuevamente. Con comentarios así, ten a ben seguro que subiré a tender más a menudo, je, je.
Me gustó la exposición porque me gusta la gente que le pone cara nueva a las cosas. Yo recuerdo la casa de dos compañeros que tuve en la facultad que tenían pintados los muebles de su casa, muebles que encontraban abandonados en las esquinas... a lo mejor tú los conoces, Manuel ;)
Me encantaba la magia con la que lo transformaban todo. Con el tiempo me encontré con uno de ellos. Le pregunté si pintaba y me dijo: "no, no quiero manchar los muebles". Me pareció una paradoja, y recordé aquella casa, donde los viejos muebles encontrados por las esquinas eran más valiosos que cualquiera comprado en un gran almacén.
Quiero decile a Javier que me ha encantado la historia de sus "cachivaches". Daría algún cachivache de los míos por leer las cartas que le mandaron.
Carlos: Así es. Hermi V lo ha expresado bastante bien. Objetos-santuarios reliquias que son fragmento de vida impregnados en los objetos. El ritmo de vida y la precariedad de espacio hacen que nos veamos obligados a desprendernos de muchos de ellos. Aquella bicicleta, aquel Juego Reunido Geiper, aquel mecano que ha resistido en algú reincón las embestidas del tiempo... Me he acordado de la fantástica y genial Toy Story 3...
Cristina: a mí tambien me gustaría leer alguna de esas cartas de las que habla Javier...Y no sé a quién te puedes referir, tal vez a dos "notas" bohemios que vivían en un destartalado bajo de la calle Redes que le pintaaban las vetas de madera a las estanterías de oficina...;-)
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