¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Calderón de la Barca
La casualidad ha querido que las dos últimas películas que he visto (una en casa, otra en cine) sean muy diferentes, casi en las antípodas cinematográfica y estilísticamente hablando. En todo, en realidad. Pero también de forma muy diferente me hacen pensar sobre las cosas que importan en este mundo. Y las cosas que importan están interconectadas, incluso entre estas dos películas tan diametralmente opuestas, como interconectados estaban esos azulados gnomos gigantes de Avatar con las plantas o los animales a través del “vínculo” de su coleta. Pero no adelantemos...
Una , “Mi vida sin mi” de Isabel Coixet. Me impresionó y me dejo perplejo, pensante, con diálogos e imágenes intimistas y de alto voltaje emocional. La cineasta, a través de Ann su protagonista, hace un retrato magistral y humano de cómo afrontar y asumir con entereza la pesadumbre de conocer tu inminente y fatídica fecha de caducidad a manos de una enfermedad terminal, optando por no despedirse de la vida y sucumbir, sino abrirse a los capítulos hasta entonces no explorados de su existencia. Esa noche dormí y me desperté con cierta intranquilidad incubada sin duda por la película. Me da por pensar que cuando uno se despierta justo antes de recordar quien es y dónde está, tiene casi los mismos pensamientos y ocurrencias que cuando se despertaba siendo niño, como tal vez sugiera esto misterioso graffiti que vi tiempo atrás cerca de casa y que ya en cierta ocasión, puse por aquí
Y ahora, en tu distante y clarividente vigilia de ser adulto te preguntas en qué has cambiado, qué vínculos has mantenido y cuales has creído romper contigo mismo y tu mundo circundante, que has ganado y qué has perdido. en el trasvase de la vida. No sólo te cuestionas que cosas realmente te importaría hacer en tus hipotéticos y restantes dos o tres meses de vida, no sólo te cuestionas lo verdaderamente ridícula –como decía Susan Sontag- que es o puede llegar a ser tu rutina de vida si consigues distanciarte lo suficiente de ella, no sólo piensas en ti sino también en la vida sin ti. Y te preguntas si la propia naturaleza de la muerte puede cambiar por completo o estamos irremediablemente unidos a ella como el perro al hueso o el gato al ratón. El vínculo….siempre el vinculo.
Dos, “Avatar” la esperada y espectacular epopeya futurista en 3D imaginada por su director, James Cameron. No hace mucho dije en Twitter algo así como que lo que ví en Avatar era -simplemente- una versión cibernética y futurible del eterno mito del buen salvaje, del (diría Jung) arquetipo de héroe,que anida en el insconciente colectivo: Tarzan de los Monos, con su llamada de la selva (no en forma de grito, sino de invocación a Na-Vi, la Red) y su propicia estampida animal incluida. No voy aquí a entrar en valoraciones de gusto, sólo decir que, como película, tal vez abra nuevos caminos a esta industria necesitada de continuas experiencias y excitaciones visuales. Aunque sea a golpe de millonarios presupuestos, necesitamos recrearnos en estos romanticismos virtuales que hace posible hoy la tecnología cinematográfica e informática, como hace Cameron al presentarnos y sumergirnos (aunque sea por medio de gafas de pasta 3D) en su imaginado, misterioso y exuberante mundo tropical de Pandora.
Dejando de lado la parafernalia promocional, el éxito de taquilla , el 3D y su pretendido mensaje apocalíptico-ecologista, hay destellos en Avatar que al menos te dejan ( a mi, por lo menos) un margen de duda acerca de dónde está la realidad, dónde el sueño y dónde los “avatares” de nuestra peculiar geografía sentimental. La vida es sueño- dice un conocido soneto- y los sueños sueños, son. Según la Wikipedia se denomina "avatar" (en Internet) y otras tecnologías de comunicación modernas, a una representación gráfica, generalmente humana, que se asocia a un usuario para su identificación. Los avatares pueden ser fotografías o dibujos artísticos, y algunas tecnologías permiten el uso de representaciones tridimensionales.” Y también la RAE dice acerca de la propia palabra “avatar” :(Del fr. avatar, y este del sánscr. avatâra, descenso o encarnación de un dios). 1. m. Fase, cambio, vicisitud. U. m. en pl. 2. m. En la religión hindú, encarnación terrestre de alguna deidad, en especial Visnú. 3. m. Reencarnación, transformación.
Y con esto vuelvo al principio, al “vínculo”. Nuestra vida (y con ella también nuestra colección de rastros e identidades virtuales que dejamos por internet y sus muchas “redes” sociales) son una sucesión de avatares ( cambios, vicisitudes e imprevistos) que se va vinculando indistintamente en los eslabones virtuales y reales de nuestra existencia. Eslabones sí, pero entendamos que son eslabones flexibles, participantes , replicantes y fabricantes de su propio destino. Estas redes (de internet, de telefonía móvil, etc.) acaparan gran parte de las conectividades actuales replicándose como si fueran rizomas, modelos botánicos en los que se basan por cierto las concepciones teóricas y filosóficas de pensadores influyentes como Deleuze o Guattari: gigantescas redes subterráneas y descentralizadas que se comunican entre sí sin subordinación jerárquica en torno a objetivos o intereses comunes y con conectividad permanente como seña de identidad, incluso a costa de restringir o anular la propia conectividad con el mundo real. Hasta el punto de que se crean evidentes situaciones y trastornos de dependencia. Antes, perdías el teléfono móvil y sólo lamentabas eso, perder el aparato y si acaso, los contactos de la agenda. Hoy para muchas personas y especialmente los/las adolescentes, perder el móvil o quedarse sin cobertura es desaparecer de la "red", no existir, no ser, no estar localizado. Un trauma.
No hace mucho hable también aquí del fenómeno DeathBook, surgido en torno a una de las más populares redes sociales, Facebook y que en el fondo vincula ( el vínculo, otra vez) de una forma o de otra el eterno anhelo tanto existencial de esa continuidad de la “vida sin mí” que nos propone Coixet como el virtual y cibernético, postergado más allá de la muerte física, el avatar que velará por tu presencia más allá de tu propia y física ausencia de un mundo, muy a tu pesar, sin ti.
La vida es un avatar y los avatares, avatares son. Contigo y sin ti.
Una , “Mi vida sin mi” de Isabel Coixet. Me impresionó y me dejo perplejo, pensante, con diálogos e imágenes intimistas y de alto voltaje emocional. La cineasta, a través de Ann su protagonista, hace un retrato magistral y humano de cómo afrontar y asumir con entereza la pesadumbre de conocer tu inminente y fatídica fecha de caducidad a manos de una enfermedad terminal, optando por no despedirse de la vida y sucumbir, sino abrirse a los capítulos hasta entonces no explorados de su existencia. Esa noche dormí y me desperté con cierta intranquilidad incubada sin duda por la película. Me da por pensar que cuando uno se despierta justo antes de recordar quien es y dónde está, tiene casi los mismos pensamientos y ocurrencias que cuando se despertaba siendo niño, como tal vez sugiera esto misterioso graffiti que vi tiempo atrás cerca de casa y que ya en cierta ocasión, puse por aquí
Y ahora, en tu distante y clarividente vigilia de ser adulto te preguntas en qué has cambiado, qué vínculos has mantenido y cuales has creído romper contigo mismo y tu mundo circundante, que has ganado y qué has perdido. en el trasvase de la vida. No sólo te cuestionas que cosas realmente te importaría hacer en tus hipotéticos y restantes dos o tres meses de vida, no sólo te cuestionas lo verdaderamente ridícula –como decía Susan Sontag- que es o puede llegar a ser tu rutina de vida si consigues distanciarte lo suficiente de ella, no sólo piensas en ti sino también en la vida sin ti. Y te preguntas si la propia naturaleza de la muerte puede cambiar por completo o estamos irremediablemente unidos a ella como el perro al hueso o el gato al ratón. El vínculo….siempre el vinculo.
Dos, “Avatar” la esperada y espectacular epopeya futurista en 3D imaginada por su director, James Cameron. No hace mucho dije en Twitter algo así como que lo que ví en Avatar era -simplemente- una versión cibernética y futurible del eterno mito del buen salvaje, del (diría Jung) arquetipo de héroe,que anida en el insconciente colectivo: Tarzan de los Monos, con su llamada de la selva (no en forma de grito, sino de invocación a Na-Vi, la Red) y su propicia estampida animal incluida. No voy aquí a entrar en valoraciones de gusto, sólo decir que, como película, tal vez abra nuevos caminos a esta industria necesitada de continuas experiencias y excitaciones visuales. Aunque sea a golpe de millonarios presupuestos, necesitamos recrearnos en estos romanticismos virtuales que hace posible hoy la tecnología cinematográfica e informática, como hace Cameron al presentarnos y sumergirnos (aunque sea por medio de gafas de pasta 3D) en su imaginado, misterioso y exuberante mundo tropical de Pandora.
Dejando de lado la parafernalia promocional, el éxito de taquilla , el 3D y su pretendido mensaje apocalíptico-ecologista, hay destellos en Avatar que al menos te dejan ( a mi, por lo menos) un margen de duda acerca de dónde está la realidad, dónde el sueño y dónde los “avatares” de nuestra peculiar geografía sentimental. La vida es sueño- dice un conocido soneto- y los sueños sueños, son. Según la Wikipedia se denomina "avatar" (en Internet) y otras tecnologías de comunicación modernas, a una representación gráfica, generalmente humana, que se asocia a un usuario para su identificación. Los avatares pueden ser fotografías o dibujos artísticos, y algunas tecnologías permiten el uso de representaciones tridimensionales.” Y también la RAE dice acerca de la propia palabra “avatar” :(Del fr. avatar, y este del sánscr. avatâra, descenso o encarnación de un dios). 1. m. Fase, cambio, vicisitud. U. m. en pl. 2. m. En la religión hindú, encarnación terrestre de alguna deidad, en especial Visnú. 3. m. Reencarnación, transformación.
Y con esto vuelvo al principio, al “vínculo”. Nuestra vida (y con ella también nuestra colección de rastros e identidades virtuales que dejamos por internet y sus muchas “redes” sociales) son una sucesión de avatares ( cambios, vicisitudes e imprevistos) que se va vinculando indistintamente en los eslabones virtuales y reales de nuestra existencia. Eslabones sí, pero entendamos que son eslabones flexibles, participantes , replicantes y fabricantes de su propio destino. Estas redes (de internet, de telefonía móvil, etc.) acaparan gran parte de las conectividades actuales replicándose como si fueran rizomas, modelos botánicos en los que se basan por cierto las concepciones teóricas y filosóficas de pensadores influyentes como Deleuze o Guattari: gigantescas redes subterráneas y descentralizadas que se comunican entre sí sin subordinación jerárquica en torno a objetivos o intereses comunes y con conectividad permanente como seña de identidad, incluso a costa de restringir o anular la propia conectividad con el mundo real. Hasta el punto de que se crean evidentes situaciones y trastornos de dependencia. Antes, perdías el teléfono móvil y sólo lamentabas eso, perder el aparato y si acaso, los contactos de la agenda. Hoy para muchas personas y especialmente los/las adolescentes, perder el móvil o quedarse sin cobertura es desaparecer de la "red", no existir, no ser, no estar localizado. Un trauma.
No hace mucho hable también aquí del fenómeno DeathBook, surgido en torno a una de las más populares redes sociales, Facebook y que en el fondo vincula ( el vínculo, otra vez) de una forma o de otra el eterno anhelo tanto existencial de esa continuidad de la “vida sin mí” que nos propone Coixet como el virtual y cibernético, postergado más allá de la muerte física, el avatar que velará por tu presencia más allá de tu propia y física ausencia de un mundo, muy a tu pesar, sin ti.
La vida es un avatar y los avatares, avatares son. Contigo y sin ti.
2 comentarios:
Acabo de volver de ver Avatar, en 3D V. O. Comenzaba a las 10 de la noche y ha terminado pasadas ya las 00:30. Tengo que reconocer que he ido con tantos prejuicios en contra que no me ha decepcionado. Incluso he disfrutado con alguna de las escenas y con alguno de los diálogos. Me costará tener una visión objetiva de la película porque la he visto acompañada de Ismael (9), Violeta (7) y Howard. Han disfrutado tanto con sus gafas 3D que con frecuencia les miraba más a sus caras que a la película. Así que, digamos que estos “vínculos” han favorecido mi visión positiva de la película.
Yo esperaba algo más tipo “videojuego”. No imaginaba diálogos demasiado críticos ni miradas tan humanas por parte de los avatares. Dos planetas en contraposición. Uno que lo quiere todo. Otro que no necesita nada. Sí, son tópicos, pero tópicos que comparto y no los otros. Militares descerebrados frente a BiólogXs/Ecologistas/Humanistas algo simplificados. Me recordaba a otra película que también ví en familia: Wally-e.
Después de verla entiendo menos cómo no se llevó más Oscars. La otra, la más oscarizada no la he visto pero según mi crítica de cine favorita, mi hermana, se pasan el rato desactivando bombas aquí y allá como argumento principal. No sé, ahora tendré que verla para poder encontrar las virtudes de “En tierra hostil”. Si se quiere interpretar así, da pie a una crítica dura a todo nuestro sistema militar, político, social y económico. Crítica algo light, eso sí. No lo suficiente dura como para ser causa de la falta de aprecio Holliwoodiense.
Sus personajes azules, a pesar de su altura, se mantienen pequeños y eso me gusta. El final estilo “Apocalipsis Now” está demasiado visto y afortunadamente para mí, no ha estado presente más que en los últimos minutos de la película. El avatar dedica la mayor parte de su tiempo a aprender a saltar, aprender a montar a caballo, aprender a volar en pajarraco, aprender un idioma nuevo, vencer el vértigo, aprender y aprender. Ser en 3D ofrece un gran y bellísimo envoltorio en ocasiones para un pequeño objetivo como es el de aprender y terminar enamorado.
Es posible que la simpleza argumental de Avatar sea una de sus cualidades. De alguna forma vuelve a lo básico, a la clásica historia de redescubrimiento personal y amor, a través de las técnicas más avanzadas del cine. A mi me parece una muy buena película.
Y eso no quita para que, a alguien al que le haya gustado Avatar, le pueda gustar "Mi vida sin mí", que también es una buena película, a su modo.
Lo importante en el cine es que las historias estén bien contadas, que sean coherentes consigo mismas, por muy simplonas o pretenciosas que sean. Si consiguen el punto de la coherencia interna, entonces será buenas pelis, agradables de ver, que recordarás al día siguiente y muchos otros días.
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