Imagen vía Kremer-Pigmentes
Amarillo de Nápoles, azul de Prusia, carmín de Garanza, índigo, azurita, oropimente, alizarina, siena tostada, etc., ...son sonoros, exóticos y evocadores nombres de colores y pigmentos que nos hacen viajar en el tiempo y soñar con lejanos destinos de ultramar, nombres que tal vez se pierdan en la noche de los actuales tiempos digitales bajo el imperio de los píxeles, de los tonos PANTONE, el CMYK o el RGB de los monitores electrónicos . Ahí están, olvidados en frascos en los anaqueles de vetustas droguerías o estampados en algunos de esos mugrientos tubos de pintura al óleo en los estudios de los artistas de la vieja escuela pictórica.
Sin embargo, hubo un tiempo en que los colores eran las más codiciadas y secretas de las especias que surgían de las profundidades de la tierra o de los exclusivos talleres de los alquimistas. Sí, hubo un tiempo donde se asociaban en una ambigua mixtura la magia con la química, la ciencia con la alquimia. Porque hubo un tiempo en que la alquimia no tenía las connotaciones brujeriles y cinematográficas que hoy tiene. Hasta el siglo XVIII era perfectamente normal que la gente ilustrada tuviera algunos conocimientos de alquimia.
Paracelso, influyente médico suizo y precursor -dicen- de la quimioterapia, fue uno de los alquimistas mas conocidos del siglo XVI. Suya es la famosa frase "Nada es veneno. Todo es veneno. Todo depende de la dosis". Incluso científicos de la categoría de Newton tal vez dedicaran más tiempo a sus experimentos alquímicos que a las teorías científicas que transformaron la ciencia del siglo XVIII. Y si tan ilustre científico lo ocultó fue por la mala fama y los riesgos que el conocimiento de esos “saberes” tenían en su época. De hecho, la literatura alquímica está plagada de referencias al lenguaje de los colores y los tintoreros: se hablaba de “teñir” las piedras y los metales, incluso la misma y famosa piedra filosofal se la llamaba en el argot alquímico la “tintura”. La propia palabra "alquimia" parece se que procede del árabe "al-kimiya", que viene a significar tierra negra", aunque hay otras interpretaciones.
Alquimistas árabes
Y más historias coloreadas de magia: había una sustancia misteriosa que llamaban el “rey rojo”que no era otra cosa que el bermellón (actualmente una forma sintética del sulfuro de mercurio) , un tinte rojo que fue muy apreciado por los pintores de miniaturas medievales , que por cierto, miniatura deriva precisamente del “minium” , la laca roja que se utilizaba para miniar (miniare) los manuscritos y códices. El bermellón en su forma natural ( el mineral del cinabrio) se empleaba ya desde la antigüedad. Pues bien, según las fuentes atribuidas al influyente alquimista árabe del siglo IX, Yabir ibn Hayyan (también conocido como Geber, para muchos el padre de la química) el azufre y el mercurio ( también conocido como “azogue”, la materia de los espejos) eran las sustancias o “principios” que formaban todos los metales. El oro encarnaba el equilibrio perfecto entre estos dos principios. De hecho, Yabir creía que el plomo y el oro eran tan parecidos que un simple añadido de azufre a la "fórmula" original del plomo podría transformarlo en el codiciado metal áureo. Alberto Magno, otro famoso alquimista lo describió de forma más “poética” : decía que el azufre era como el semen masculino y el azogue como el fluido menstrual que se condensa para formar el “embrión”...
Ilustración de una botica de la Edad Media
Quimeras aparte, lo cierto de todo esto es que aquellos artistas medievales compraban sus productos y pigmentos a boticarios y farmacéuticos, gente quizá más próxima a la tierra y el pueblo que los alquimistas, pero no debemos olvidar que en aquellos tiempos la magia era tan real para la gente ordinaria como para los adeptos a la alquimia. La creación y posterior comercio y monopolio de muchos de aquellos nuevos y fascinantes colores (y hablaremos del púrpura, por ejemplo) desencadenaron guerras y revoluciones ... modestos fabricantes de colores de los que surgieron grandes empresas químicas que aún hoy están en lo más alto como la todopoderosa Bayer (sí, la de las populares aspirinas o el Redoxon Complex), BASF (¿quien de los tiempos del cassette no ha tenido una cinta grabada de esta marca?) o Hoechst, todas ellas inicialmente, pequeñas empresas fabricantes de anilinas y tintes sintéticos para la industria. Arte, ciencia, química, magia, medicina...
En fin....historias que darían para muchos, muchos post. Éste de hoy es sólo una pincelada...de magia y color, claro. Hagamos un viaje...crucemos el arco iris.
4 comentarios:
Me ha gustado, no había pensado nuca en esto.
Tintoreras y cochinilla.
Juan Charro.
Yo sí lo había pensado,
en tiempos compraba y gastaba tubos de azul prusia, laca garanza, verde vegiga, siena tostada...
ahora doy clases en digital, powerpoint, photoshop, flash... pero siempre que puedo cuelo una clase de teoría del color que pienso enriquecer con lo aprendido en esta entrada,
gracias ;-)
Muy interesante Manuel, de hecho estaba escribiendo una estranda de tekleeando sobre color y he enlazado tu artículo.
Un saludo.
Es la dicotomía entre la laz y los pigmentos.
Me ha encantado este artículo.
Suerte.
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