miércoles, 6 de mayo de 2015

La soledad del corredor de fondo


La soledad del corredor de fondo (The Loneliness of the Long Distance Runner), 1962. Dir. Tony Richardson basada en en un relato de  1959 de Alan Sillitoe del mismo nombre Con guión del propio Alan Sillitoe.  Rodada en un rotundo  blanco y negro,  con fotografía (excelente)  de Walter Lassally. Música de  John Addison.

No me perdono no haber visto antes esta película. Hace algunas semanas vi un pequeño  fragmento (la escena final)  en el 17 Festival ZEMOS98, a raíz  de Los acantilados de la ficción,  un paseo cinematográfico por el  Código Fuente Audiovisual de Belén Gopegui.  Fui a verla  ayer completa por el jazz de su banda sonora en un ciclo sobre Cine y Jazz organizado por la asociación cultural  Apolo y Baco,   pero me traje de regalo  un aprendizaje invisible y poderoso de la película, que ya pude atisbar en la exposición de Gopegui :  La voluntad  de poder  decidir , la voluntad de no  servir a los intereses de quienes deciden por ti y te dicen qué tienes que hacer para tener éxito en la vida,  la voluntad  de rebelarse contra una sociedad que te  encasilla  y minusvalora,  de  los métodos educativos, represivos y obsoletos con los que ésta intenta reeducarte y conducirte por el buen camino. La resistencia como arma y como estrategia de autoafirmación. Nada que no esté de rabiosa actualidad.

SINOPSIS: Finales de los 50.  Colin Smith es el protagonista, un  joven rebelde de los suburbios industriales y grises horizontes  de Nottingham,  confinado en un duro reformatorio por robar en una panadería de su barrio, porque la ira y la frustración siempre acaban necesitando válvulas de escape, y eso no suele traer nada bueno..  Su única salida es   correr, algo que lleva haciendo toda su vida, pero esta vez no para escapar ("Me cogieron porque no corrí lo suficiente", decía Colin en un pasaje)  sino para ganar la carrera de larga distancia que todos los años se disputa entre el reformatorio y una escuela privada (y rica)  de la ciudad. El director de la institución está obsesionado con ganar esa carrera y hace sentirse al rebelde Colin como un privilegiado para motivarlo,  concediéndole favores, lo que hace que sus propios compañeros del internado recelen de él como el "protegido" del jefe. Hará todo lo posible para conseguirlo porque cree tener el poder de ganarse a las personas con su privilegiada situación de dominio psicológico y social como director del reformatorio y como representante del "poder".  Cree que lo ha convencido  de que "ganar" es su meta y su "redención" social. 

Y lo convence,  aparentemente...

Colin Smith está llegando a la meta. Tiene la carrera ganada. Todo el mundo lo ve, lo celebra, lo jalea ...

El director del reformatorio se frota las manos con "su" triunfo deportivo y pedagógico. Pero el agotamiento emocional de Smith es extremo y la cabeza del corredor de fondo de la vida se pone a funcionar para sacar fuerzas de flaqueza: recuerda su pasado, quién es, de dónde viene... pero, ¿a dónde va?  El ya no es ni quiere ser  ese joven ideal que sueña con trofeos,  bailes,  coches y chicas. ¿Tiene que correr para eso? 

¿Por qué alcanzar una meta que él no se ha propuesto? Mientras corre empieza a comprender lo que tiene que hacer,  va haciendo pequeñas paradas y toma aliento entre el vocerío que  le  espera a pocos metros de la meta.  Ahora él y nadie más decide si ésa es su meta y si tiene que alcanzarla para disfrute de quienes le han confinado como desecho humano que se debe reeducar. Ha elegido el camino más difícil que es pararse y pensar en el sentido de ganar. Ha elegido la resistencia como arma. Es Smith y es un corredor de fondo...


No hay comentarios: