Unos de mis viejos dibujos de 1998 que andan rodando por mi estudio. De la época en que hacía pequeños collages con retales de papeles encerados y dibujos desechados de búsquedas y experimentos fallidos. Acordándome del placer que me suponían hacer estos collages que no me gustaba pegar sino coser a base de pequeños pespuntes con hilo de cáñamo. Restos de ovillos y una aguja "capotera" que aún tengo y que heredé de mi madre, gran costurera y artista a la fuerza. Tengo algunos dibujos hechos así, cosidos a trozos que son como nuestra memoria, hecha de retales hilvanados por la aguja del tiempo. Crecí escuchando esa música familiar del pedaleo de la vieja y negra máquina de coser Singer, con aquellos arabescos dorados que me encantaban, ya desgastados por el uso y los años. Jerseys, pantalones, "tabardos" y otras prendas que nos vestían de niños salían de esa entrañable máquina y del sabio hacer de las manos y arte de mi madre. Es añoranza, eso es todo. Cierro los ojos intentando escuchar ese ruido, ese recuerdo.
1 comentario:
Ay Manuel!
Me he emocionado porque recordé días sonoros de mi infancia, con mi abuela, que a puro pedaleo y con creativividad y amor, transformaba retales en lo que le apetecía.
Por cierto, también a Pedroni (un poeta de mi provincia) y su poema:
Máquina de coser
"Siempre me ha gustado dormirme
oyendo llover.
¡Por eso tu rumor es mi recuerdo,
oh, máquina de coser!
Formaste con la bulla de la pava
y el picotazo de las tijeras,
el tríptico de nanas
de mis horas primeras.
Durante muchos años,
apenas recogido,
lloviste a chaparrones
tu lluvia en mis oídos.
Lluvia que a la mañana aparecía
florecida en vestidos."
¡Gracias por tu evocación!
Un abrazo "chirriante",
Aída
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