viernes, 17 de julio de 2009

El silencio de la vieja Singer de mi madre



De un tiempo a esta parte las aguas que rodean esta ínsula son mas amargas que dulces. Hay momentos en la vida en que suceden cosas, cosas importantes, cosas que marcan un antes y un después en la forma de ver y sentir el mundo. Cosas que tal vez le sucedan -tarde o temprano, esperada o inesperadamente- a todo el mundo. Me refiero al vacío y al punzante dolor que dejan las ausencias, los silencios de nuestros seres queridos. Las lágrimas de la felicidad son dulces pero las del dolor, amargas.

Porque la idea o el sentido de la muerte tiene muchas caras. Es poliédrica en su concepto y no todas las culturas y pueblos la viven, celebran, dramatizan o conmemoran de la misma manera. Pero no me interesa ahora esa parafernalia. De lo que quiero hablar es precisamente de ese amargo vacío, ese extraño retortijón que te produce el dolor de una ausencia, la presencia de un doloroso vacío.

Uno puede sobrecogerse ante la contemplación majestuosa e infinita de la bóveda celeste o abrumarse ante la inmensidad y vaciedad de un desierto, pero la sola visión de aquella habitación "llena" de vida ausente me ha hecho tocar casi con los dedos la infinitud del vacío, el verdadero e invisible dolor de la muerte.

Nunca creí que me sucediera esto. No soy creyente ni profeso religión alguna ni pienso en paraísos ni reencarnaciones. Sólo sé que me sorprendo a mi mismo viendo cómo una extraña porción de mi conciencia se niega a creer que la muerte te arrebate para siempre a un ser querido. Quedan los lugares, los espacios, los objetos, las voces, los ruidos....que te hablan, te susurran cosas con su amargo y definitivo silencio.

Como en la imagen que ilustra el post, veo aún sus gafas y aquella vieja máquina de coser Singer que mi madre tuvo tantos y tantos años, no la que tenía ahora más moderna. Cierro los ojos y escucho el omnipresente ruido del pedal y la rueda de la máquina que recuerdo como gran parte de la banda sonora de mi vida. Veo el ovillo de hilo y en él , el hilo de Ariadna que me ha sacado de tantos laberintos, que me trajo al mundo, me dio un nombre, me cuidó, me vistió, me alimentó y estuvo siempre cerca en las duras y en las maduras, en la cercanía y en la distancia...

Como dolorosos pespuntes en mi conciencia,  repaso aquellas cosas que tal vez debí decirle y nunca le dije, en las cosas que en algún momento o circunstancia de mi vida le hicieron daño, en mis largas ausencias, en mis propios silencios...

Como a la velocidad que cosía la vieja singer de mi madre, mis pensamientos y mejores recuerdos viajan hilvanando una imagen tras otra y dejando el traje de su  vida y su recuerdo inmaterial definitivamente cosido a mi piel...

El pasado día 11 de Julio los ojos maternos que me vieron nacer se cerraron para siempre.

13 comentarios:

manuel varela dijo...

……lloro, pues hago mías tus palabras, siento absoluta comprensión y sé lo que expresas. Solamente puedo decirte que el tiempo será la panacea que adecentará ese vacío, que será físico, porque mental te aseguro que no. Esos ruidos, gestos y ademanes que ahora perforan tu alma, se convertirán en un bello tejido de ese traje que es tu vida, y te sentirás orgulloso de lucir tales atuendos. La naturaleza no es cruel, y cuando la vida se construye con amor, se vive y muere amando las cosas bellas, y tu madre, junto con su Singer, seguro que lo eran. Un abrazo.

Nanny Ogg (Dolo Espinosa) dijo...

Los que queremos quedan siempre en esas pequeños detalles,por ellas los recordamos y a través de ellas vuelven a nosotros. No voy a decir nada que te consuele porque nada puede consolarte. Mi padre murió en junio del pasado año, nada puede mitigar el dolor, sólo el tiempo y sólo lo suficiente para seguir adelante.

Besos y un abrazo.

Montse dijo...

No hay palabras, un abrazo. Montse

Javier López dijo...

Manu dios... había pasado varias veces por este post, había visto la foto y las primeras líneas.
Sabía que era un homenaje a tu madre fallecida, pero pensaba que era una reflexión actual de un hecho pasado.
Hoy he terminado de leer el post y he visto la fecha.
No hay palabras. Más que un abrazo fuerte con todo el sentimiento.

Oriana P. S. dijo...

Manuel:

No tengo en mi poder las palabras exactas para hacerte sentir bien, ni el milagro para traer a tu madre de vuelta.

Pero que te quede la dicha absoluta de haber sido su hijo. De haber tenido la suerte de que ella estuviera en tu camino, que creara los senderos por los cuales tú has andado. De haber generado en ti tantos recuerdos imborrables que seguramente te arrancan suspiros.

Un abrazo fuerte en la distancia.

Manuel dijo...

Gracias nuevamente, Oriana y Javi. Este Blog nació a la sombra de la enfermedad de mi madre. Los primeros post nacieron en mis largas estancias en el hospital. En cierta forma supuso una forma de terapia creativa para superar el dolor. Finalmente, no pudo ser. Lo intentamos todo...pero se fue, en silencio, dormida.Sabíamos que podría suceder, pero no nos hacíamos a la idea de que fuera tan repentinamente.

Daniel Domínguez dijo...

Un abrazo.

Yolanda jb dijo...

Manuel, tras más una hora twitteando con Chelucana por teléfono, has entrado tú, has dejado tu twitt pasada ya la una de la madruga y nos has dicho que sigues escarbando en los bolsillos para encontrar algo más que decirnos. Entonces Chelucana me ha sugerio que leyera tu artículo; la vieja Singer de tu madre.

Y aquí estoy de vuelta. Por mucho que rasque yo lo único que puedo decir es que lo he sentido, que te he sentido, que casi hasta he oído el run run de la máquina... Un abrazo fuerte, fuerte.

Manuel dijo...

Gracias Yolanda por tus palabras. Un placer reencontarte por aquí, aunque sea precisamente en este post. Últimamente apenas tengo tiempo para regar de contenidos a esta ínsula. El tiempo es cruel y los bolsillos los tenemos llenos de agujeros negros de obligaciones y rutinas que te consumen las energías . Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

.... hasta ayer no leí las palabras que le dedicas a tu madre ante su marcha, y es difícil no sentirse conmovido y en cierta manera comprender o compartir ausencias, rincones y olores ya vacíos. Vivimos en una cultura en la que se nos enseña poco sobre el dolor y mucho menos sobre el dolor de la muerte, mucho peor cuanto más cercana, mucho peor si es la nuestra… pero existe mucha muerte a nuestro alrededor, toda la vida esta rodeada de muerte; la vida es el punto luminoso entre la absoluta oscuridad, ambas necesarias. Hay pérdidas que no se pueden ni nombrar, a riesgo de caer.
Pero en esto de las pérdidas y en esto de las cosas no dichas… se me ocurre que quizás exista un dolor anterior a la ausencia y que va rascando cada día el camino de vuelta. Me refiero al deterioro, a la constante pérdida de capacidades, al ver como la persona que antes era no está ante tí, como en este circulo se pasa de cuidar a ser cuidado y como mi padre decía: “somos dos veces niños”… hay una película de Ang Lee, creo que se llama “Comer, Beber, Amar” que refleja muy bien eso. Siento que el dolor no desaparece con el tiempo, es más, intentas conservarlo ya que te permite seguir unido y es lo que tienes. Inma J.E.

Manuel dijo...

Muchas gracias Inma por tan sentido y bello comentario. Igualmente me quedo conmovido con tus palabras que sólo puedo decirte que así es, que cuanta razón tienes. Sólo quién ha sentido estas pérdidas puede entender ese silencioso y permanente dolor y expresarlo tan maravillosamente bien como tú lo has hecho y especialmente me ha conmovido la última frase. Así es, verdaderamente. Gracias, de corazón.
Un cordial saludo.

Cristina dijo...

Gracias de nuevo, Manuel, pienso como tú, en los pequeños detalles de la rutina es donde se nota más la ausencia. El estudio de mi padre dejó de oler a aguarrás y óleo, y perdió su esencia para convertirse en almacén. Echo de menos ese olor, y me sigue doliendo cuando subo, hay veces que lo rastreo como un perro, pero no está ni estará nunca, se fue con él, como el ruido de la Singer de tu madre.

Nicolasa Quidman dijo...

Por las fechas en que escribiste tu post, yo viajaba para estar con mi madre mientras la operaban por un cáncer... Tuve mucho miedo, y lo sigo teniendo, pero no a la soledad en que me dejaría, sino ver el proceso de perder la vida poco a poco, y con dolor...

Y lo que vi, lo que me dejó ver, fueron sus ganas enormes de seguir viviendo.

Ahora está bien (hoy tiene justamente su último chute), y por eso puedo pensar en esa otra triste realidad que es inevitable: los vivos mueren, y estadísticamente, me quedan 12 años para disfrutar de mi madre.

Solo espero no desperdiciarlos, y ser capaz de mostrarle lo agradecida que estoy a la vida por haber nacido, precisamente, de ella, y no de cualquier otra madre.

Un abrazo, Manuel. Y gracias por compartir tan generosamente.

María